Esim - Crónicas de la guerra (Capítulo 11) Guerra total
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Crónicas de la guerra (Capítulo 11) Guerra total (Old article)
Posted 11 years ago by
Eidolon    
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Pontebranca, 19:05

La tarde avanzaba y comenzaba a convertirse en noche. Marina estaba asomada al balcón de su casa, mirando hacia el horizonte. Una densa nube de humo y polvo ocultaba la colina que la chica trataba de distinguir. La misma colina a la que había partido Juan, tan sólo unas horas antes. Cada cinco o seis segundos, la humareda se iluminaba de rojo, naranja, o blanco, como si tras ella se hubieran desatado todos los fuegos del infierno. Se oían rugidos atronadores cuando explotaban obuses y misiles y granadas, y el traqueteo constante de las armas de fuego y ametralladoras.

El sol se hundía cada vez más en el horizonte, y a Marina cada vez le resultaba más difícil ver en la creciente oscuridad. No estaba segura del todo, pero era evidente que los guerrilleros se estaban llevando la peor parte. Se encontraban ampliamente superados en equipamiento, armamento y entrenamiento. Cada vez estaba más convencida de que ninguno de los partisanos iba a sobrevivir a la batalla, y por eso clavaba las uñas en la barandilla de madera, escudriñando el horizonte, presa de una creciente desesperación.

La colina, 19:30

Juan corrió agachado por la trinchera mientras las balas cruzaban el aire por encima de su cabeza. Le seguían el sargento Ruiz y una guerrillera llamada Ana, antigua profesora de infantil. Llevaban luchando casi siete horas seguidas, sin parar. La oscuridad era cada vez más cerrada, y el polvo levantado hacía el aire irrespirable. Los tres partisanos se agazaparon al lado de una esquina de la trinchera. Juan cambió el cargador vacío de su arma por uno nuevo, el último que le quedaba.

No habían podido ver de cerca a su enemigo ni una sola vez. Los americanos se cubrían tras sus vehículos, de manera que era imposible verles, sin mencionar ya conseguir impactarles. En el aire era omnipresente el hedor a gasolina, a humo y a pólvora, y el ensordecedor sonido de las explosiones.

Durante todo el tiempo que duró la batalla, los americanos fueron avanzando hasta llegar a tan sólo una docena de metros de la posición, y ahora se preparaban para tomarla por asalto. El único aviso que recibieron los atribulados milicianos fue una lluvia de granadas que repiquetearon por toda la trinchera. Una de ellas aterrizó cerca de Juan, y éste se lanzó sobre ella y la agarró, para después incorporarse y devolverla a su fuente. Otra media docena de guerrilleros logró hacer lo mismo antes de que los explosivos detonaran. Aún así, un buen número de ellas explotaron, volando grandes secciones de la línea defensiva.

En ese momento, las tropas estadounidenses irrumpieron en la trinchera disparando sus armas. Los pocos supervivientes de la sección devolvieron el fuego y, con las bayonetas caladas, se abalanzaron sobre sus enemigos. La mayor parte de ellos cayeron antes de alcanzar a sus oobjetivos, presas del inclemente fuego de fusilería con que los yanquis estaban batiendo la zanja, pero un buen número consiguieron llegar al contacto. Armados con bayonetas, rifles, hachas, ganchos, pistolas, puñales y otras armas, los partisanos se arrojaron contra los americanos con una ferocidad y determinación inusitadas.

Enarbolando sus armas, Juan, Ana y el sargento se lanzaron a la brutal refriega donde se estaba decidiendo el primer combate de la defensa de Pontebranca. No podían fallar.

El bosque, al mismo tiempo.

Los ciento doce guerrilleros de la 11ª Partida de guerrilla, los ''Madereros'', estaban escondidos entre la espesura del bosquecillo, a la espera de que en cualquier momento aparecieran los soldados estadounidenses. El sonido de la batalla se recrudecía por momentos, y parecía no tener fin. Desde donde estaban parecía que los partisanos aguantaban, pero era difícil distinguir algo en la densa nube de humo y polvo.

El jefe de los ''Madereros'', un teniente llamado Santiago Morales, escudriñaba la zona con unos prismáticos y trataba de distinguir quién estaba ganando, aunque cada vez estaba más claro que los guerrilleros no iban a poder resistir mucho tiempo.

La colina, 20:28

El brutal combate cuerpo a cuerpo arreció, mientras las tropas americanas y españolas luchaban con salvajismo y crueldad. Juan perdió rápidamente la noción del tiempo. Vio a un partisano volarle la cabeza a un soldado estadounidense con una pistola, al mismo tiempo que éste le clavaba un cuchillo hasta la empuñadura en el pecho. Vio a otro yanqui abatir a dos guerrilleros con su ametralladora SAW, antes de que un miliciano se abalanzara sobre él desde un mamparo de chapa metálica con una roca en la mano y le aplastara el cráneo con ella. Él mismo acabó con otro norteamericano al dispararle varias veces en el pecho con su MP5K.

El mundo se fundió en una amalgama difusa de gritos, barro, sangre y fuego. Juan estaba ensordecido, no sentía miedo, no sentía dolor, no sentía agotamiento. Su existencia se basaba en esos momentos en la sangrienta batalla. Vació el último cargador que le quedaba del subfusil contra otro soldado y desenvainó su cuchillo. Gritando como un poseso se lanzó sobre un americano y trató de apuñalarlo mientras ambos rodaban por el ensangrentado suelo. Le propinó un puñetazo al yanqui que le hizo perder el casco. Entonces vio que se trataba de una mujer, pero no le importó.

La soldado le agarró de la muñeca y trató de girársela para volver la hoja del cuchillo hacia él mismo. Ambos forcejearon sobre la tierra resbaladiza y lucharon por el control del arma, mientras chillaban con toda la fuerza de sus pulmones. Una mirada enloquecida asomaba a sus ojos. Ella le golpeó entre las piernas con la rodilla, y Juan rodó hacia un lado, doblado en dos por el intenso dolor. La mujer le arrebató el cuchillo y trató de clavárselo de nuevo, pero el muchacho levantó el brazo y detuvo la hoja con su propia carne. La afilada hoja entró hasta el hueso cerca de su codo, y saltó un chorro de sangre. La americana arrancó el arma y la elevó sobre su cabeza con ambas manos.

En ese momento, Juan se lanzó hacia ella, derribándola. Le agarró la mano y, lentamente, volvió el cuchillo hacia ella. La hoja del arma empezó a avanzar hacia el corazón de la mujer, mientras ésta chillaba y trataba de zafarse. El cuchillo se le deslizó entre las costillas, y la yanqui calló para siempre.

Jadeante y ensangrentado, Juan se levantó, todavía agarrando el cuchillo con la mano derecha. A su alrededor, la pelea todavía se desarrollaba furiosamente, pero no le importó. El barro, mezclado con la sangre, había formado una especie de sopa pastosa que le succionaba las botas y tuvo que hacer un esfuerzo para moverse. Armado con la pistola de la estadounidense y su cuchillo bañado en sangre, se lanzó de nuevo al corazón del combate.

Pontebranca, 21:05

El capitán Suárez observó cómo ocurría la feroz batalla en la colina, con la ayuda de unos prismáticos. El humo se había disipado en parte, y podía distinguir lo que ocurría. Lo que vio fue una carnicería sin sentido. Los americanos, al menos noventa de ellos, habían asaltado la colina y habían tratado de tomarla, pero no habían contado con la determinación y tenacidad de los doscientos guerrillleros allí apostados.

Sin embargo, la batalla se decantaba claramente del lado de los estadounidenses, los cuales estaban mejor armados y mejor entrenados que los desesperados partisanos que trataban de mantener una posición perdida de antemano. Suárez se vio obligado a reconocer en ese momento que la colina estaba a punto de caer.

La colina, 21:37

Los partisanos que quedaban se arremolinaron en torno a la bandera de España que el sargento Ruiz mantenía en alto sobre la cima de la colina, en un desesperado intento de aguantar. La mayoría de ellos yacían muertos por toda la ladera y dentro de las trincheras. En sus últimos estertores, los defensores de la cota plantaron una feroz resistencia. Reformaban la línea una y otra vez, y no dejaban de intentar abrirse paso para retomar algunas de la posiciones estratégicas que acababan de perder.

Los soldados americanos comenzaron de nuevo a subir la ladera, y fueron recibidos por una lluvia de balas procedentes de la cima de la colina. Los milicianos que había un poco más abajo se sumaron al fuego, desencadenando una tormenta de disparos que obligó a los estadounidenses a ponerse a cubierto. Toda la compañía se doblegó bajo la tremenda andanada como trigo bajo la guadaña. En ese momento, los supervivientes de la penúltima trinchera se lanzaron sobre ellos con las bayonetas caladas y aullando como demonios. Los yanquis devolvieron el fuego, abatiendo a muchos de los guerrilleros, mientras los vehículos de más abajo acribillaban la cima.

Los milicianos que se lanzaban a la carga ladera abajo fueron rápidamente masacrados por la respuesta norteamericana, y los soldados continuaron la ascensión. En la cima, ya sólo un puñado de guerrilleros resistían, agotados, heridos, y casi sin munición. Allí mantuvieron la posición, sin ceder un ápice de terreno, firmes, y haciendo pagar a sus enemigos cada metro que avanzaban. El último en caer fue el sargento Ruiz, gritando desafiante, y todavía agarrando la bandera española.

Era noche cerrada cuando la bandera norteamericana ondeó sobre la cima. La colina había caído.

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USA as a world power? In E-Sim it is possible!

In E-Sim we have a huge, living world, which is a mirror copy of the Earth. Well, maybe not completely mirrored, because the balance of power in this virtual world looks a bit different than in real life. In E-Sim, USA does not have to be a world superpower, It can be efficiently managed as a much smaller country that has entrepreneurial citizens that support it's foundation. Everything depends on the players themselves and how they decide to shape the political map of the game.

Work for the good of your country and see it rise to an empire.

Activities in this game are divided into several modules. First is the economy as a citizen in a country of your choice you must work to earn money, which you will get to spend for example, on food or purchase of weapons which are critical for your progress as a fighter. You will work in either private companies which are owned by players or government companies which are owned by the state. After progressing in the game you will finally get the opportunity to set up your own business and hire other players. If it prospers, we can even change it into a joint-stock company and enter the stock market and get even more money in this way.


In E-Sim, international wars are nothing out of the ordinary.

"E-Sim is one of the most unique browser games out there"

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The second module is a politics. Just like in real life politics in E-Sim are an extremely powerful tool that can be used for your own purposes. From time to time there are elections in the game in which you will not only vote, but also have the ability to run for the head of the party you're in. You can also apply for congress, where once elected you will be given the right to vote on laws proposed by your fellow congress members or your president and propose laws yourself. Voting on laws is important for your country as it can shape the lives of those around you. You can also try to become the head of a given party, and even take part in presidential elections and decide on the shape of the foreign policy of a given state (for example, who to declare war on). Career in politics is obviously not easy and in order to succeed in it, you have to have a good plan and compete for the votes of voters.


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The last and probably the most important module is military. In E-Sim, countries are constantly fighting each other for control over territories which in return grant them access to more valuable raw materials. For this purpose, they form alliances, they fight international wars, but they also have to deal with, for example, uprisings in conquered countries or civil wars, which may explode on their territory. You can also take part in these clashes, although you are also given the opportunity to lead a life as a pacifist who focuses on other activities in the game (for example, running a successful newspaper or selling products).


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